Domingo 16 de marzo: me doy cuenta de que
hace exactamente un mes mi hijo Matías, 5 años, me dijo algo que me cambió la
percepción de cuanto ocurre desde que las protestas se hicieron rutina, y
acabaron con la mía: “¿La ciudad mamá? ¿Qué parece como una guerra?”.
La ciudad que parece como una guerra es
Chacao, lugar donde vivimos desde hace 12 años. A mediados de febrero el casco
de Chacao se convirtió en otra Altamira, y la guarimba y la Guardia Nacional
nos sacaron de la casa. La basura quemada primero (con sus plásticos y
tóxicos), luego los químicos lacrimógenos, y sobre todo el miedo, nos sacaron
de la casa.
La ciudad que parece como una guerra es que
tus propios vecinos no te dejen pasar, que la Guardia Nacional choque tus
carros, que lancen bombas lacrimógenas a edificios, que algunos de esos vecinos
se “defiendan” lanzando vidrios, y que te llamen “vendido” porque no sales a
quemar. Yo no quiero vivir en la ciudad que parece como una guerra, por eso nos
fuimos de Chacao, tan chévere que era Chacao…
Somos los nuevos desplazados, los desplazados
de febrero-marzo que tenemos donde quedarnos gracias a una familia solidaria a
la que no queremos molestar. Por eso, porque no queremos molestar, intentamos volver
al hogar, pero nos volvieron a sacar los gritos, los golpes nocturnos a las
santamarías de negocios que medio-abren, los silencios repentinos que auguran
un sonido cada vez peor, la basura regada… Ay! la basura regada. Una vez
en una asamblea de vecinos luego del 12F el alcalde Ramón Muchacho llamó la atención
sobre el peligro que suponía para los trabajadores de Sateca recoger trastos
con vidrios y aerosoles, etc, varios empleados habían resultado heridos en su
trabajo. Pues, unos pocos, siempre son unos pocos, un grupo muy joven, no lo
dejó terminar de hablar, lo pitaron. No entendieron los peligros de aspirar
plástico quemado, no dejaron que una mamá de dos niñas expusiera el horror al
que se sometían cada noche. “Múdate”, le gritaron. Nosotros nos mudamos.
Para los desplazados de Chacao “mudarse” no
es mudarse del todo. Hay que ir a buscar-lavar ropa, chequear que la casa esté
en orden, cambiar fundas y sábanas, lavar cortinas más de lo habitual y hacer
planes logísticos para cada día, lo cual es agotador, extraño mis rutinas. Uno
que suele detestar caer en rutinas, cuando la ciudad está como en una guerra,
las suele extrañar.
De todos nosotros el que más extraña sus
rutinas es mi hijo Matías, 5 años, que pasó del feliz “mami, y dónde dormimos
hoy” de los primeros días de exilio, al “mami por favor, me quiero quedar en mi
casa, mi casa es linda, por favor”, lo que parte el alma. Una de estas noches
en su rezo pidió “por favor Dios que la casa se cure”.
En nuestras visitas veloces a la casa sabíamos
que alrededor de las 3:30 pm teníamos que comenzar a ver el Twitter, a tratar
de calcular en qué momento salíamos corriendo. Apenas comenzaba la batalla de
Altamira, marcábamos la retirada, pero ni así había garantías de salir a
tiempo. El sábado 15 de marzo comenzaron temprano y, a diferencia de otros
días, a las 4:30 las lacrimógenas inundaban el casco de Chacao.
34 días después del desmadre tenemos tres
juegos de llaves en la cartera (hoy recibimos otro), y cepillos de dientes y
cuentos infantiles repartidos entre Santa Fe, Colinas de Bello Monte y Sebucán.
Nosotros, estos desplazados de Chacao tenemos
suerte. Hay otros que no pueden dejar temporalmente sus casas. Hay un niñito
vecino asmático que tiene un mes tragando lacrimógenas ¿cómo queda su salud?
¿qué efectos tiene eso? Hay otra viejita que debe quedarse en la ciudad que
parece como una guerra. “Me sale encerrarme en mi cuarto o en el baño”, me dice
cuando le pregunto cómo le va.
¿Hola Chacao?
Esta madrugada de hoy 17 de marzo amanecimos
militarizados, que en neolengua es “liberados”. Tan liberados que algunos
vecinos y peatones son requisados en las esquinas del casco de Chacao. El olor
a lacrimógena no se va. Hay entre tres y seis militares en cada cruce, hay
recelo, cae la tarde y de pronto nos damos cuenta de que el miedo si se va.
Tampoco hay toque de queda post 5:00 pm. Los vecinos, la mayoría anti-guarimba,
toman las calles y demuestran el poder de una protesta
sin molotov, sin máscaras, sin rabia. Asombro militar.
Chacao comienza a cambiar y nosotros los
desplazados podemos comenzar a pensar en volver a casa.
Por ahora no estamos en el hogar pero nuestros pensamientos
si, y todo el tiempo oramos para que, como dice mi chiquito, “la casa se cure”,
también el país, y la ciudad-chacao no parezca como una guerra más.