domingo, 8 de abril de 2007

México superlativo

En el México de marzo todo es superlativo: el sol que pega de lado, el frío de la noche, los contrastes entre los populares narcocorridos y la electrónica de las cantinas chic, y sobre todo las modalidades de tortillas maravillas que dominan la gastronomía azteca durante todo el año.
El DF es una urbe tan gigante que el aeropuerto otrora situado en las afueras de la ciudad, forma parte de la capital que alberga 20 millones de habitantes. Coyoacán, reducto de la pintora Frida Khalo, sus ropas y sus corset, y San Angel, escondite de artesanías, eran poblados que quedaban en las cercanías pero hace tiempo que se fundieron con la superurbe de Don Ramón.
Los límites ya no son tales y recorrer al DF de punta a punta puede tomar hasta dos horas y más de tres en las horas picos del tráfico y el gentío.Por eso, al momento de recorrer el DF hay que ser selectivo, no vaya a ser que uno quede perdido en ese laberinto interminable de vías y circuitos. Siempre hay chance de reencontrar el camino con los taxis, mejor si son controlados, y un metro cuyos trazos y colores semejan al legendario urderground de Londres, con la gracia añadida de íconos que acompañan el nombre de cada estación y que cuentan la historia.Por ejemplo, la estación Zapata está acompañada del contorno de Emiliano Zapata, con sus bigotes, su sombrerote y su cartuchera. La Raza la simboliza una pirámide en honor a los aztecas. La estación La Villa-Basílica tiene la imagen de la virgen de Guadalupe y de la misma nueva basílica, esa que congrega hasta 100 mil personas en cualquier domingo festivo en honor a la patrona de México; Coyoacán que significa lugar de los coyotes, está representada, como no, por un coyote, y así sucesivamente en todas las estaciones que conforman las 11 líneas de la red subterránea más grande de Latinoamérica con 176 kilómetros y una afluencia en 2006 de casi mil 500 millones de usuarios.
Una de las avenidas más transitadas es el Paseo de la Reforma, ubicado cerca del centro histórico y al norte de la ciudad. Es un buen punto de partida para “entrarle” a esta megalópolis construida sobre el pantano y sobre los restos de la cultura mexica, una de las más preponderantes de meso-América y cuyo templo principal se encuentra ahora en el Museo Antropológico, reducto de reconstrucciones y representaciones indígenas. El calendario del sol es un destino obligado en la visita.
El paseo de la reforma es monumental. Sus más de 30 estatuas distribuidas cada cuadra en glorietas a la española recuerdan a Madrid, pero en realidad con su construcción se pretendía emular a Paris luego de que los franceses dominaran por breve lapso a finales del siglo XIX. En esa gran avenida conviven sin problema Cristóbal Colón y Cuauhtemoc, aquel que defendió sin éxito la ciudad de Tenochtitlán sobre la que los españoles edificaron la ciudad de México.A simple vista se nota que México no fue capitanía sino Virreinato, la Nueva España, esa que no pudo evitar que siglos más tarde desenterraran al templo mayor de los aztecas y al vasto, y aridísimo, Teotihuacan, donde las pirámides del sol y la luna se imponen para recordar el peso de un pasado indígena aun presente en los rasgos de los llamados chilangos y sus alimentos.
En el recorrido en el DF el tour gastronómico es
mandato: que si las quesadillas, los nopales, los chilaquiles, los tacos, la sopa de tortilla y un sin fin de términos que vale la pena degustar, así, con sus picantes y sus frutas con la lluvia roja del chili.“¿Te enchilaste?” me preguntan cuando me ven de turista, toda colorada, hurgando en la mesa alguna cosa que permita pasar el picante supuestamente suave que ofrecen orgullosos, porque son muy orgullosos y todo el tiempo hablan de las glorias de México y de que no hay país como aquel.Las librerías son paraíso para quien tiene el hábito de leer y/o ver. Algunas, como El Péndulo, situada entre otras zonas en Condesa, se hacen llamar cafebrerías y en un espacio estilo lounge, entre la buena música y uno que otro café, no tan bueno, porque en México el café no es tan bueno, uno puede pasar horas revisando libros o títulos de DVD por autor y en un orden impecable. En la mayoría de los casos los que atienden están enterados de lo que tienen. Sólo por ese detalle resulta un placer enorme comprar libros en la Ciudad de México. Abundan los de lucha libre y el enmascarado de plata, ese conocido como el Santo, parte importante de la cultura pop mexicana. También los de la Guadalupe, nombre que seguramente le pondré a mi hija si es que la tengo algún día, con sus fotos, íconos, análisis de todo tipo.
Otra opción es la librería Gandhi, ubicada al frente del Palacio de Bellas Artes, el espectacular edificio de la cúpula dorada, donde se presentan espectáculos que dan cuenta de la cultura mexicana. En la Gandhi se encuentran títulos de DVD de la época de oro del cine mexicano y todas las de Luis Buñuel, el español que hizo de México, con todo y sus complejos y devociones, su musa. Para degustar la famosa tequila con la sangrita, que no es sangre sino jugo de tomate, me gustó el bar Guadalupanos ubicado en Coyoacán. El Café Tacuba, 100% turístico con sus mariachis y todo, resulta interesante y está cerca del Zócalo, corazón del DF. Aun mejor están las cantinas típicas, las que no tienen nombres famosos pero en las que seguramente uno se la pasa bien. De rumba nada puedo decir pero por los lados de Condesa, cuando pasé una noche, la movida se iniciaba interesante. Ya será para otro viaje, en el que tenga tiempo para bailar, así sea la música de banda, como la de El Recodo, que a todos trae de cabeza en esa México de contrastes inacabados...

1 comentario:

Enrico dijo...

¡Qué buen blog! Gracias por la info de primera mano sobre tu gran país y por ma mirada sobre el mío. Tienes razón, somos superlativos y chauvinistas a morir. ¡Muchos saludos y te invito a que te des una vuelta por mi sitio!