viernes, 11 de mayo de 2007

De Ánimas a Palacio

Salgo por la esquina de Ánimas, los únicos fantasmas somos nosotros, los que caminamos haciéndonos los locos, los que no tosemos con el humo, los que no escuchamos los gritos, las cornetas, el motor de los buses gigantes, las motos que se nos vienen encima, el reggeaton y la salsa barata... Enfilo hacia el oeste con el Ávila a la derecha, no importa, casi no se ve. Veo al piso y no me fijo en el agua empozada, la acera rota y negra, y los restos de chinchurrias y chorizos que minutos atrás sacaron de los pipotes azules y engulleron valientes locales que saltan charcos y siguen de largo. Ni siquiera se detienen a ver los girasoles de Galipán que adornan la calle y que tiene la chica del kiosco de flores, ese que está justo debajo del Puente de la Fuerzas Armadas.
Veo algunos libros usados, siempre los mismos, que si los ejercicios de física de Navarro, que si Mi cocina de Scanonne, que si las National Gheografic de los años 70. Una vez cogí una de esas revistas que tenía una nota y unas fotos sobre Venezuela y me sorprendió. Era un trabajo de la Gran Sabana con imágenes desteñidas y viejas, hasta la compré.

Hubo un tiempo en que me encantaba pasar el rato allí, en esa especie de mercadillo de pulgas donde la gente se sienta a jugar el ajedrez haciendo caso omiso del caos circundante. Me la pasaba allí, viendo discos de acetato, las portadas bien conservadas de The Cure, INXS, Charly García, Mecano y, ya en el umbral de los gustos culposos, Menudo, casi los mismos discos que irónicamente mi padre, sin mi permiso, vendió a los buhoneros de la Fuerzas Armadas en los 90, cuando masificaron los reproductores de discos compactos y pudimos comprar uno, era un JVC, y nos deshicimos, con mi protesta, del legendario “picó”.
Cada vez que pasaba por aquí buscaba un disco que nunca he podido encontrar, uno que asocio con mi niñez y que siempre nos ponía mi abuela Aída a mi hermana y a mí. No recuerdo el nombre pero sí la carátula doble y la cantante de la foto: Morela Muñoz en la imagen de adentro y dibujos infantiles afuera, con mucho verde, que hacían alusiones a La Pájara Pinta, La Muñeca Azul y creo que María Moñitos, entre otras canciones bonitas.
Yo también sigo de largo. Todavía falta, la Plaza España está copada. Allí los buhoneros venden de todo, pero hay uno que llama la atención que se especializa en pulseritas, zarcillitos, colitas, y todo es muy colorido.
Aparte de los vendedores ambulantes debo sortear los registradores de títulos que se ordenan a las puertas del registro principal a esperar su número. Sólo reparten como 25 y algunos se devuelven con caras largas tropezando con todo el mundo. Para entonces ya estoy casi en La Pelota donde hay un Mc Donald's que siempre está full. Me parece que el inteligente que compró ese punto se las sabe todas. Hasta se da el lujo de romper la Mc Cultura y sus reglas: sirven todo para llevar, aunque se coma adentro, y se ahorran las caras felices y las gracias exageradas. Los 12 mil bolos que cuesta el Mc combo más barato es suficientemente atractivo para los que prefieren las hamburguesas de líneas de producción seguras a las chinchurrias de los pipotes azules que no sé cuanto cuestan.
Apenas se puede caminar, desde que fulminaron Saigón, extinto centro de reproducción de CD y DVD piratas, algunos de los vendedores de la Diego Ibarra se apostaron en la Urdaneta. Siempre me tropiezo y quiero avanzar rápido, por eso opto por caminar por la calle. Y yo que creía que la avenida Urdaneta era una especie de Fifth Avenue niuyorquina en esta Caracas donde abundan las avenidas como la Baralt, con muchos carros, colas, frituras, tarantines, malvivientes, locos y asaltantes. Detesto la Baralt. Una vez me persiguieron hasta las puertas de El Nacional con groserías y otros gritos terribles. Desde entonces siempre corría del metro Capitolio cuatro cuadras y media hasta Puerto Escondido y cogía caminos “alternos”, a lo Jack Bauer, para que nadie conociera mi rutina, paranoia urbana, pues.
Pero la Urdaneta está casi igual. Antes presumía con mis colegas de que por la esquina de Ánimas sí se podía transitar, que que buenos lugares para comer teníamos en La Candelaria los que trabajábamos en El Universal, todos los aromas y sabores de España, que que rápido salíamos del centro a la hora de volver a casa, que si patatín que si patatán….Hace tiempo que ese privilegio fantasioso se esfumó. Ya no apetece salir a patear esas calles decadentes y sosrpresivas, el miedo gana.
Aun faltan cuatro cuadras para llegar al Palacio Federal Legislativo. Cuando llego a la Veroes me provoca subir por el Boulevar Panteón y meterme en el restaurancito lindo de la Fundación Polar, justo en la casa Veroes pero aunque es muy rico me parece muy caro. Me dejo de vainas pequeño burguesas, paso el Dorsay y sigo de largo.

Ya en Santa Capilla cambio de rumbo, voy hacia el sur. Veo la iglesia y me gusta como quedó con la restauración amarilla. Dejo atrás los tarantines chavísticos. Hay de todo: relojes, gorras, toallas, franelas de los cuatro héroes: Chávez, Fidel, el Ché y no me acuerdo quien más. También hay pines, muñecos parlanchines del héroe principal, cintas y todo el material POP que ensalzan los mitos. Como siempre nunca hay nadie en la antigua plaza Andrés Eloy Blanco, antiguo espacio de los viejitos y hoy en día reducto de la llamada comandante Lina Ron y toda su gente a quienes no se les ve porque en estos días están muy ocupados con la constitución del partido único de la revolución.
Ya en la Plaza Bolívar me siento a gusto porque falta poco para llegar. Una homilía improvisada de un pastor de almas que habla de apocalipsis apenas calla los “oro-oro oro-oro- oro, euros, dólares oooroo-oro-oro” que corean alrededor de la Francia, justo en la esquina caliente donde por estos días abundan las pancartas en forma de televisor con el logo de RCTV pero en lugar de eso dice RCTVAS. Bolívar sigue en su sitio de siempre, inamovible, ajeno a las palomas y sus excrementos. Varias coronas lo rodean…se le ve tan solo…
A veces cuando voy de regreso subo por la esquina noreste de la plaza, por el lado del campanario de la Catedral. Me da risa ver unos stenciles estilo Banksi, un artista de calle inglés que se la pasa provocando en las calles de Londres y otros sitios más insólitos como museos y muros de división, como el de Palestina. Pues aquí los stenciles son más oficialistas y dicen que si “Oligarcas, sembrad”, y otras pintas como “siembra socialismo” y cosas así. Es muy raro.
Sigo bajando SUR-SUR y llego al Palacio, saco el carnet, entro y me siento en la fuente a esperar la sesión parlamentaria, la hago y llamo para que me vayan a buscar…

8 comentarios:

Camilo dijo...

Si conociera Caracas, podría aprovechar más la crónica. A ver si un día...

Douglas Gómez Barrueta dijo...

Sara no queda más que agradecerte cada paso, cada mirada y cada palabra. El centro de la ciudad es tan difícil, es hostil y feroz, pero es nuestro.

Pau dijo...

Buena crónica sobre un recorrido que por cotidiano y rutinario no deja de ser atractivo. Las calles del centro de Caracas son de lo más variopintas, y transitar por ellas a pie, poder apreciar todo lo que ofrecen es toda una experiencia cultural.

¿Qué es esto? dijo...

Sara, ¿te he dicho que te amo?

sara carolina díaz dijo...

A mi me gustaba mucho el centro. Pero hoy en día no es como hace dos o tres años. Algo ha cambiado... todo es más agresivo y, como dice Douglas, hostil. Entiendo que la experiencia puede resultar alucinante y atractiva para quien visita el centro cada 3 meses pero para quien se la patea todo el tiempo, como yo, no es el caso. Aseguro que en la rutina diaria el ir y venir ya no es agradable ni fascinante, pero eso sí, "es nuestro", como dice Paula, y toda una experiencia cultural... de eso no hay duda.

Unknown dijo...

Sarita...¿y no sería más cómodo, (considerando que siempre andas con unos zapatos que desde mi entender dificultan el caminar) que salieras desde la esquina de Animas en dirección SUr. Haces escalas en el Cisne (te tomas un café o comes un dulcito) sigues derecho, ves la vidriera de Beco, cruzas a la izquierda, pasas por un Mac Donalds más ordenado y sonriente, te montas en el metro y te bajas en Capitolio?

Unknown dijo...

Mucha alegría me genera ver que tu blogs al fin es público y notorio...especialmente por los temas, me encantan, aunque no me sorprenden, son tu fiel reflejo (mucha sensabilidad y una gran dosis de admiración)
... lo que si me ha dejado casi perplejo es tu admiración por el gallito del PCV. Seguro que tu mejor amiga en la sección de política de El Universal desconoce este gusto. (jajajajaja)
Besos Sarita...

sara carolina díaz dijo...

Gracias Eugene por tus comentarios tan bonitos...ahora que releo la cosa creo que fui un poco agresiva con la Urdaneta (lo de la Baralt sigue en pié, claro que pasa gente buena por allí pero los otros se hacen notar demasiado). Supongo que esa descarga se la debo a la semanita que tuve cuado decidí escribir la nota: robaron a todos los comensales del D oro, asaltaron a una copmpañera de trabajo que venia de la panadería cercana y vi, esto sí lo ví, el final de un robo en la Urdaneta. Ahora que estoy más tranquila puedo decir que no es tan inhospita como parece, aunque sí mucho peor que años anteriores.Las chinchurrias siempren están full, no deben ser tan malas...Como dice Eugene, siempre está la opción de cambiar la ruta...
s.